Aunque sea un microcarcinoma el diagnóstico de cáncer siempre asusta al paciente, quien a menudo piensa que aunque afortunadamente se ha tratado a tiempo, su evolución futura sigue siendo incierta.
Sin embargo, la búsqueda de tratamientos y seguimientos más personalizados que minimicen los tratamientos ajustándolos a la verdadera situación de riesgo es, en palabras del Dr. Pitoia, el cambio más esperable en un futuro próximo. Esto es debido a que, tras varios estudios de seguimiento en el tiempo, se ha podido determinar claramente los perfiles que presentan mayor o menor riesgo de recurrencia. Confirmándose que estamos ante un tumor de muy lenta progresión y alta supervivencia en los casos de menor riesgo se pueden suavizar tanto los tratamientos como el seguimiento.
De hecho, uno de los cambios más destacables en los últimos años es el incremento de diagnósticos de microcarcinomas papilares asociados a la mejora en las técnicas diagnósticas, incluso, en muchos casos, a descubrimientos accidentales, que van asociados a un pronóstico excelente, tal y como nos explica el doctor en este vídeo.
Ante esta realidad, ya el Congreso de Oporto de 2003 propuso incluso quitar la connotación de carcinoma y pasar a llamarles microtumores papilares, nombre que no genera tanta presión a los pacientes. Propuesta a la que cada vez se suman más especialistas dada la evidencia clínica.
Aunque aún no es la práctica generalizada, según el Dr. Pitoia, en Argentina ya tienen un número significativo de pacientes con microcarcinomas de mínimo riesgo (unifocales, encontrados de forma accidental, sin cambio de tamaño significativo, sin factores de riesgo es su historial clínico, ni invasión extratiroidea), a quienes se ha explicado la situación y se ha optado conjuntamente por no operar, realizando eso sí, un seguimiento riguroso.
Afortunadamente, ya hay estudios prospectivos amplios y según el Dr. Pitoia “Si no existen mayores factores de riesgo sólo un 5% de los microcarcinomas hace metástasis ganglionares en el seguimiento a 10 años». Ante cualquier cambio de tamaño, extensión o de los valores de la tiroglobulina se optaría por volver al tratamiento tradicional.
La clave está en informar bien al paciente, y según el doctor «aclararle que no se le va a dejar solo» y se va a poder vigilar su evolución. Desde nuestra experiencia como Asociación de pacientes de cáncer de tiroides constatamos la importancia que tiene el que un paciente tenga confianza en su médico y también el que dicho paciente pueda exponer sus miedos y hacer valer su mayor o menor capacidad de riesgo, explicándole de forma clara las distintas opciones.
Afortunadamente como, bien señala el doctor Pitoia, hoy en día el abanico de tratamientos se ha abierto y, si estos pacientes con menor riesgo optaran por la cirugía también existen opciones de tratamiento poco invasivas para los perfiles, como puede ser optar solo por la cirugía sin radioyodo o recurrir a dosis de radioyodo, de sólo 30 milicuarios que no requieren hospitalización y garantizan la ablación. Opciones que, de hecho, son las que constituyen en la actualidad la práctica más generalizada.
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