Si te han diagnosticado un cáncer de tiroides, casi con toda seguridad, pasarás por una intervención quirúrgica. Aunque existen diferentes tipos de cirugía en función de la localización, la extensión y el tipo de tumor, en casi todas ellas están involucradas estructuras relacionada con la voz. De hecho, tenemos dos nervios recurrentes que participan en este proceso y que están situados uno a cada lado de la glándula tiroides. Para extraer esta glándula -intervención que se conoce con el nombre de tiroidectomía- o algnas partes del tumor, es necesario separarlos del tiroides para que no se vean afectados.

«Los nervios recurrentes son muy sensibles a su tracción o compresión y pueden verse comprometidos durante el acto quirúrgico, sin que necesariamente sean seccionados», explica Salvador Jiménez, logopeda en el hospital Gregorio Marañón, de Madrid. En el momento en el que uno de ellos se vea afectado, el resultado será una parálisis de la mitad de la laringe, dejando una cuerda vocal fijada en una determinada posición. «Si esta posición es cercana a la línea media de la laringe, apenas habrá disfonía, pero sí cierta dificultad respiratoria; cuanto más alejada esté de esa línea media, más intensa será la disfonía e, incluso, puede haber problemas de atragantamiento con líquidos, ya que la laringe también ejerce una función valvular de seguridad durante la deglución», señala esta especialista. Es poco frecuente que se lesionen los dos nervios recurrentes pero, en ese caso, puede ser necesaria la realización de una traqueotomía, si las cuerdas vocales dejan la glotis cerrada, ya que el paciente no podrá respirar con normalidad. En cualquier caso, la duración del trastorno en la voz y su severidad dependerá del tipo de daño que haya podido sufrir el nervio.

Por otro lado, en la intervención quirúrgica también podrían dañarse los nervios laríngeos superiores, algo que produce una falta de tensión en las cuerdas vocales y la limitación para poder cambiar de tonos, pero estos trastornos afectan fundamentalmente a las personas que trabajan con la voz, como los cantantes.

Disfonías transitorias

Los trastornos en la voz son bastante frecuentes. Por suerte, en la mayoría de los casos, suelen ser transitorias ya que los cirujanos prestan especial atención a los nervios recurrentes durante la intervención quirúrgica. «Es importante que, en el momento en el que se detecte una disfonía después de la extirpación de la glándula tiroides, el paciente sea evaluado por un otorrinolaringólogo que determine qué tipo de lesión tiene», asegura Salvador Jiménez.

Después de confirmar el tipo y la gravedad de la lesión, el procedimiento habitual es acudir a un logopeda que será encargado de llevar a cabo la rehabilitación de los trastornos de la voz y la deglución, así como los ejercicios más apropiados en cada caso concreto. «Es aconsejable que la intervención del logopeda se produzca lo antes posible ya que, si el paciente comienza a hablar sin las indicaciones del especialista, lo hará, en muchos casos, de forma incorrecta. Quizá haga un sobreesfuerzo muscular y se produzcan otros daños en la laringe», explica este especialista.

Por otro lado, muchas personas tras una operación de tiroides notan cierta propensión a tener molestias de garganta o a que se su voz se vea afectada con facilidad, a pesar de que la laringe no haya sufrido ningún daño estructural. En este sentido, la prevención es la mejor herramienta para evitar afonías o infecciones. «Recomendamos unas pautas de higiene vocal como no competir con el ruido ambiental haciendo un uso normal de la voz en cuanto a tono e intensidad. No aconsejamos el reposo vocal para evitar la atrofia de la musculatura, pero sí se debe eliminar el tabaco, evitar enfriamientos y mantener una adecuada hidratación», afirma este especialista.

Daños permanentes y cirugía

Las manifestaciones de estos daños varían en función de la posición de la cuerda vocal paralizada, desde una voz levemente velada, con intensidad reducida y cierta alteración del tono hasta una afonía casi total, con apenas intensidad y de corta duración.

En este sentido, el tratamiento logopédico también varía en función de la gravedad del trastorno y puede durar entre uno y seis meses. «Está enfocado a conseguir la mayor calidad vocal posible y evitar problemas durante la deglución. Para ello, se trabaja para que la cuerda sana sobrepase la línea media y contacte con la cuerda paralizada. De esta forma, conseguiremos un cierre de la glotis, aunque sea de forma asimétrica», explica este especialista.

Por otro lado, durante la rehabilitación se trabaja también en la respiración y la coordinación fono-respiratoria. En algunas ocasiones se produce un escape de aire mientras hablamos, capaz de hacer que la voz tenga una duración o intensidad reducida y alterando también el timbre vocal.

En los casos de parálisis vocal permanente en los que la terapia de la voz llega a su límite sin que el trastorno esté resuelto, el otorrinolaringólogo puede recomendar dos procesos quirúrgicos diferentes: la inyección intracordal y la tiroplastia.

  • Inyección intracordal. El objetivo de esta terapia es aumentar el tamaño del pliegue vocal y, de esta forma, subsanar el defecto del cierre glótico, cuando este no es muy grande. En función de si se espera o no una recuperación de la movilidad, el especialistá infiltrará materiales reabsorbibles o no reabsorbibles, respectivamente.
  • Tiroplastias. Si el defecto del cierre es mayor, se puede realizar esta técnica quirúrgica cuya finalidad es modificar el esqueleto laríngeo para alterar la forma y la tensión de las cuerdas vocales con el fin de modificar el cierre glótico -para resolver los problemas de aspiración- y el tono de la voz. Existen cuatro tipos de tiroplastias.
  • Tiroplastia tipo I  o de medialización. Es la más habital y consiste en introducir una pequeña prótesis de material biocompatible desde el exterior de la laringe hasta llegar a la altura del pliegue vocal paralizado. Se realiza a través de una ventana practicada en el cartílago tiroides para empujar dicha cuerda vocal hacia la línea media, es decir, medializarla.
  • Tiroplastia tipo II  o de lateralización. Es uno de las menos utilizadas. Se utiliza en los casos en los que el cierre glótico es excesivo y se realiza mediante anestesia local para poder ajustar la separación de los cartílagos mediante la emisión vocal.
  • Tiroplastia tipo III. Permite la relajación de las cuerdas vocales para disminuir la tensión de las cuerdas y, por lo tanto, el tono de la voz.
  • Tiroplastia tipo IV. A través de ella se logra un alargamiento de la cuerda vocal y así aumentar el tono de la voz.

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