Otros tratamientos

Inhibidores de las Tirosinas Cinasas

Cuando se producen metástasis que no son operables o el tumor no responde a radioyodo
(lo que se conoce como cáncer refractario de tiroides) entran en juego terapias menos convencionales
que están dando muy buenos resultados. Aunque tradicionalmente en estos casos se optaba
por la quimioterapia convencional, en los últimos años la investigación ha evolucionado hasta lograr
los mayores avances de las últimas tres décadas en los tumores refractarios. En este sentido,
se prevé que los tratamientos con inhibidores de las tirosinas cinasas cambien radicalmente
el panorama de esta enfermedad.

Estos nuevos fármacos tienen dos vías de acción muy importantes.
Por un lado, bloquean las proteínas implicadas en el crecimiento del tumor –como es la RET–
y, por otro, evitan la formación de vasos sanguíneos que nutren al tumor.

A diferencia de la quimioterapia convencional, los inhibidores de las tirosinas cinasas son tratamientos
dirigidos dianas específicas predominantes en las células malignas, aunque no son exclusivas de ellas.

Por este motivo, a pesar de que pueden afectar también a células sanas generando efectos adversos,
estos suelen ser menores que en la quimioterapia tradicional. Por otro lado, estos fármacos tampoco
están exentos de efectos secundarios graves por lo que lo requieren un control por médicos expertos.
No te asustes porque los efectos más graves (embolias, infartos, perforaciones intestinales son muy poco
frecuentes y los controles periódicos de tu especialista tendrán un papel fundamental para evitarlos.

Quimioterapia y radioterapia

El tratamiento de la enfermedad localizada con radioterapia sólo está indicada
en casos seleccionados en los que la extirpación del tumor afecta los márgenes o con
factores de mal pronóstico.

Suele utilizarse en pacientes con cáncer anaplásico de tiroides, aunque sí se puede considerar la administración de irradiación después del tratamiento estándar en los siguientes casos: cirugía incompleta (residuo macroscópico posquirúrgico), extensión extratiroidea, enfermedad microscópica posquirúrgicas en pacientes mayores de 40 años con carcinoma papilar, recidivas no operables o que no respondan al radioyodo, como tratamiento paliativo en metástasis óseas, disfonía, disfagia, síndrome de vena cava superior y metástasis cerebrales tras cirugía, si procede.

Con respecto a la quimioterapia, hasta este momento era el único tratamiento
que se utilizaba cuando el tumor ya no era operable, pero con escasos resultados,
ya que el cáncer diferenciado de tiroides es poco sensible a este tratamiento.

Aunque puede ser utilizada en situaciones de enfermedad avanzada o progresión de la enfermedad, cuando no es posible administrar otras terapias, gracias a la eficacia de los inhibidores de las tirosinas cinasas, cada vez es una terapia menos utilizada. El único citostático aprobado para su uso en cáncer de tiroides es la doxorrubicina, con tasas de respuestas entre el 20 y el 40 % aunque existen pocos estudios y con pocos pacientes.

Tratamientos rediferenciadores

Las células tumorales tiroideas son muy similares a las normales, cuya función es capar yodo
del organismo y utilizarlo en la fabricación de la tiroxina. En este sentido, tanto las células tumorales
como las sanas, disponen de una bomba de yodo capaz de captar esta sustancia y es, por este motivo,
por el que el yodo radiactivo es tan eficaz en estos tumores. En un pequeño porcentaje de cánceres
de tiroides, las células cancerígenas se desdiferencian, es decir, se transforman en otras más agresivas
y pierden la bomba de yodo, por lo que la terapia convencional ya no tiene un efecto tan positivo.

Los tratamientos rediferenciadores forman otra línea de investigación que tiene como objetivo lograr
que las células tumorales vuelvan a ser susceptibles al yodo radiactivo y, por tanto, que a través de esta
terapia se pueda reducir o eliminar el tumor. En este momento, los tratamientos de este tipo
(ácido retinoico, rosiglitazona, estatinas y ácido valproico) están incluidos en estudios en fase II para
evaluar su eficacia, aunque hasta el momento no han obtenido resultados tan favorables como
se esperaba. El conocimiento más profundo de la biología molecular del cáncer de tiroides permite ir
descubriendo las proteínas responsables de cada proceso oncológico y recientemente se han
presentado datos de inhibidores de la proteína MEK, que consiguen que las células tumorales tiroideas
capten nuevamente yodo radioactivo.