Como pacientes es frecuente que tras pasar por un cáncer se adquiera una mayor concienciación sobre la importancia de mantener unos hábitos de vida saludable y lo cierto es que desde el ámbito científico hay estudios que demuestran la relación entre el estilo de vida y el descenso del riesgo potencial de padecer enfermedades como el cáncer y otras enfermedades crónicas.
El código europeo contra el cáncer te da varias recomendaciones. Entre ellas:
- No fumes
- Evita la obesidad
- Realiza actividad física de intensidad moderada todos los días.
- Aumenta el consumo de frutas, verduras y hortalizas variadas: come al menos cinco raciones al día y limita el consumo de alimentos que contengan grasa de origen animal.
- SI bebes alcohol ya sea cerveza, vino o licores, modera el consumo a un máximo de dos consumiciones o unidades diarias, si eres hombre y a una si eres mujer.
- Evita la exposición al sol.
Hoy vamos a intentar abrir un debate en el que os invitamos a participar, en torno a uno de los temas que más dudas suscita entre los pacientes que nos consultan en la asociación: la alimentación más adecuada.
La OMS ha dictaminado que un 30% de los factores relacionados con el cáncer tienen que ver con la alimentación en los países occidentales y hasta un 20 por ciento en los países en desarrollo. Asimismo, las dietas poco saludables constituyen un factor principal de riesgo para el desarrollo de un buen número de enfermedades crónicas como la diabetes, la hipertensión, el sobrepeso, la obesidad, y las enfermedades cardiovasculares.
Pero más allá de los puntos de consenso reseñados por el código europeo contra el cáncer, y a la proliferación de noticias y consultas de pacientes a favor de las dietas alcalinas o veganas, la única certeza con que contamos es que, a fecha de hoy, no existe un consenso internacional sobre nutrición. ¿Qué debemos creer? ¿Tenemos que dejar de comer tantos carbohidratos y proteínas y alimentarnos principalmente a base de frutas y verduras? ¿O miramos a los que defienden estas nuevas dietas desde lejos? Intentaremos aportar algunos datos a este debate, mostrando diferentes puntos de vista.
Grietas en la pirámide alimentaria
Hasta hace unos años, la primera pirámide nutricional se estructuraba sobre las premisas de porcentaje que de los macronutrientes principales se debian ingerir: proteínas, grasas, carbohidratos y vitaminas. Hoy sin embargo, estudios científicos apuntan a que para llevar una dieta sana debemos atender más a una visión global de los alimentos que a mirar nutriente por nutriente su composición.
Debate en torno a las grasas: Durante muchos años, la dieta sana se ideó sobre el colesterol como parámetro para su evaluación lo que llevó a considerar las grasas perjudiciales y se recomendaba su eliminación de la dieta. Hoy día (y ya desde el año 2004, fecha en la que se modificó la pirámide alimentaria inicial en USA con “MYPYRAMID”, que introdujo la distinción entre las grasas beneficiosas y las menos recomendables), se da por sentado que no todas las grasas son iguales y que no todas se deben evitar.
En el documento de consenso FESNAD (Federación Española de Sociedades de Nutrición, Alimentación y Dietética, participada entre otras sociedades científicas por la SEEN)- SEEDO (Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad) firmado en 2011, de Recomendaciones Nutricionales basadas en la evidencia para la prevención y el tratamiento del sobrepeso y la obesidad en adultos, una de las conclusiones plasmadas fue que para la prevención de la ganancia de peso en adultos sanos resulta de mayor importancia el control de la ingesta energética total que el de la ingesta de grasas totales, que no se asocian a ganancia de peso.
Para el Dr. Dariush Mozaffarian, cardiólogo especialista en nutrición y codirector del programa de Epidemiología Cardiovascular de la Universidad de Harvard (EEUU), “El problema es que el mensaje de la grasa se han lanzado sin diferenciar unas de otras. La gente debe comer grasas saludables. Las grasas no se deben evitar, todo depende con qué se comparen”.
Asimismo, para Aseem Malhotra, otro prestigioso cardiólogo del Reino Unido, el consumo de productos bajos en grasa ha incrementado “paradójicamente” el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares.
Igualmente controvertido has sido, durante años, determinar cuanta proteína debe incluirse en una dieta saludable: especialmente a raíz de la popularidad de las dietas de adelgazamiento con alto contenido proteico.
Según un estudio de la USC la biología cambia a medida que las personas envejecen. La proteína controla la hormona del crecimiento IGF-I, que ayuda en la etapa de crecimiento del cuerpo, pero se ha vinculado con la propensión al cáncer, mientras que los niveles de IGF-I caen sustancialmente después de los 65 años, debilitando la musculatura. La conclusión es por tanto que si bien la ingesta elevada de proteínas puede ser dañina en la mediana edad, una dieta con niveles moderados o altos de proteína después de los 65 años de edad puede hacer que las personas sean menos propensas a las enfermedades.
Un aspecto importante del estudio es que los investigadores determinaron que las proteínas procedentes de plantas, tales como las alubias, no parecen tener los mismos efectos sobre la mortalidad que tienen las de origen animal.
Por su parte, la revista estadounidense Cell Metabolism también publicó un estudio que asegura que el consumo continuado y abundante de proteínas animales hace que una persona tenga cuatro veces más probabilidades de morir de cáncer que alguien con una dieta baja en proteínas. “Casi todo el mundo va a tener una célula cancerígena o precancerígena en determinado momento de su vida”, asegura su investigador principal, Valter Longo. “La cuestión es: ¿va a progresar? Parece que uno de los mayores factores para determinar esto es la ingesta de proteína”.
Las conclusiones de este estudio sustentan las recomendaciones de varias agencias de salud según las cuales un consumo saludable es de unos 0,8 gramos de proteína por kilogramo de peso corporal cada día en la edad mediana. Por ejemplo, una persona que pesa 59 kilogramos debería consumir cada día entre 45 y 50 gramos de proteína por día con una preferencia por las proteínas de origen vegetal, como las legumbres.
También hay un debate en cuanto al tercer macronutriente, los carbohidratos, para el Dr. Dariush Mozaffarian, su consumo puede ser más perjudicial que algunas grasas. Para este cardiólogo, quitando la sal, que es un aditivo, y las grasas trans, que sabemos que son perjudiciales, la base de la dieta sana esta más en el tipo de alimento que en el análisis de cada uno de sus macronutrientes. En su opinión, los carbohidratos refinados y el azúcar son en realidad los culpables del aumento de la grasa en sangre.
Por último y para complicar más este galimatías, se esta poniendo en cuestión la hipótesis del equilibrio energético que viene a afirmar que la obesidad se produce porque se come más de lo que se quema, sustituyéndola por la alternativa de que se trata de un defecto hormonal que se dispara por el consumo de carbohidratos.
Según sus defensores, para adelgazar por tanto no es tan importante el ejercicio físico como eliminar de la dieta todas las comidas que hacen que aumente la insulina y se almacene grasa: el azúcar, los carbohidratos provenientes de la harina y el almidón, los zumos, refrescos, la leche desnatada junto con comer grasas saludables, son el remedio propuesto por Gary Taubes, prestigioso divulgador científico a nivel mundial, para combatir la obesidad infantil.
Conclusiones
Aunque hay personas que se informan y profundizan en este tema tomando partido por una u otra dieta, ante este panorama tan confuso existe el riesgo de que la mayoría de los pacientes desistamos de intentar buscar una dieta saludable. Y eso sí es un error, porque sobre lo que sin duda hay cada vez mas conciencia es sobre el papel principal de la alimentación en nuestra salud.
Por ello quizá, al margen de que consigamos o no instaurar el hábito, al menos debemos tener claro recomendaciones para los que si hay consenso, tanto si es a favor como en contra. En este sentido podemos afirmar:
Que existen estudios que de forma indubitada han demostrado la conexión del tabaquismo, del consumo excesivo de alcohol y de la exposición al sol, con una mayor propensión a padecer determinados tipos de cáncer.
Las proteínas procedentes de plantas, tales como las alubias, no parecen tener los mismos efectos sobre la mortalidad que tienen las de origen animal. Asimismo, el elevado consumo de carne y procesados cárnicos se ha evidenciado como factor que podría incrementar la ganancia de peso y el perímetro abdominal.
Dos temas emergen consistentemente a partir de estudios de cáncer: verduras y frutas ayudan a reducir el riesgo, mientras que la carne, los productos de origen animal y otros alimentos grasos aumentan el riesgo
Las dietas vegetarianas y dietas ricas en alimentos con alto contenido en fibra de las plantas, como los granos enteros, legumbres, verduras y frutas ofrecen una medida de protección frente al cáncer. La fibra además cambia el tipo de bacteria que está presente en el intestino, por lo que se reduce la producción de ácidos biliares secundarios cancerígenos.
Hay consenso también en la necesidad de reducir el consumo de sal y de azúcar en nuestra dieta.
Una mayor adherencia a la dieta mediterránea podría prevenir el sobrepeso y la obesidad y prevenir el aumento del perímetro abdominal.
Promover una alimentación y unos hábitos de consumo de agua y ejercicio diario que facilite en todo momento el transito intestinal, lo que ayuda al sistema inmunitario.
Por ultimo existe ya consenso sobre algunos alimentos concretos especialmente beneficiosos, como algunas setas, coles, frutos rojizos o anaranjados, verduras verde o de color rojizo, manzana, pan integral, legumbres,… Puedes encontrar listados y más información sobre hábitos saludables en “Todo lo que empieza cuando “termina” el cáncer” un libro de GEPAC a disposición de nuestros socios.